Una técnica que permite activar neuronas mediante luz descubre por qué nuestros dedos son tan precisos distinguiendo bordes y texturas.
El tacto quizá sea el sentido en el que menos reparamos
pero no el menos importante. ¿Se ha preguntado alguna vez cómo las yemas
de sus dedos pueden reconocer una moneda en el fondo del bolsillo? ¿O
cómo sus dedos son capaces de distinguir el límite entre dos teclas del
ordenador y accionar la que corresponde con precisión? Estas habilidades
forman parte del llamado tacto fino, el encargado de proporcionarnos
detalles sutiles sobre la forma de los objetos sin necesidad de que
intervengan otros sentidos, como la vista, para saber qué estamos
tocando.
Hasta ahora se pensaba que esta precisión en el tacto residía exclusivamente en las terminaciones nerviosas sensoriales que
llegan a la piel y transmiten estas sensaciones al cerebro con gran
celeridad. Pero cada vez más indicios apuntaban a que otros tipos de
células distintos de las nerviosas podían jugar un papel importante en
la percepción del tacto. Seguir leyendo...